¡Por fin una de arena blanca y fina!
Te presento mi pequeño tesoro nudista de turquesa y arena blanca. La descubrí cuando venía caminando de Cadaqués por el Camí Vell del faro. Me asomé y allí estaba, arropada por los enebros y protegida del viento, vigilada por la gran roca roja y el faro.
Si alguien tuviera la amabilidad de preguntarme cual es la playa que más me gusta de estos tristes parajes le diría que ésta. No me digas por qué, pero la imagen del paisaje desolado, funesto y castigado por el viento, el que fuiste viendo desde la ventanilla del coche y que tanta angustia me produce, aquí se difumina y dulcifica. No sé si será por cómo penetra en el azul ultramar la gran proa mineral del cabo –que extiende su brazo protector para mediar entre la mar d’Amunt y la d’Avall– o
porque la arena blanca de esta playa sí que refleja el sol, no como las demás que se lo tragan hasta lo más hondo. Será porque las aguas lucen, vestidas de turquesa y oro, o porque la masa arbórea pasa de modas y ya no lleva sus cabellos moldeados por el viento. No lo sé. No me preguntes el por qué. Pero me tiene enamorado. Me gusta pensar en ella mientras tomo un algo en la terraza del restaurante del faro. Adoro sentarme aquí, en el viejo cuartel de la Guardia Civil, otrora en manos de la autoridad y hoy de los turistas, en ese preciso instante en que me hallo absorto en una deliciosa indolencia. Será porque me inspira la música étnica y el jazz –ese que tanto le gusta poner al doctor Chris Little, que vino de Cambridge para montar este racó de la bona vida (rincón de la buena vida)–, o porque me emociono al ver como el sol avanza hacia otras sierras mientras funde los escollos que tantos naufragios vieron.
Descripción: Me gusta por los enebros, la arena fina, el agua calma, los fondos de turquesa, la roca reflectante y las vistas del faro. El dique pegmatítico teñido por el óxido no te quitará ojo. Pero no temas, que no te ve.
Accesos: Los que te describí en la Cala Jugadora I. Fíjate en la foto aérea.
Servicios: Solo los del faro.
