
¿Sabías que Ibiza tiene exactamente 180 playas y calas y que la mayoría no las conocen ni los propios isleños? Soy el único autor y editor en el mundo que las recoge todas en un libro, en mi guía Todas las playas de Ibiza. Así que ten por seguro que se bien de lo que hablo. Por eso vas a tener que leer todo este artículo si de verdad quieres experimentar lo que es estar solos tú y tu pareja en una playa de Ibiza en pleno mes de agosto. ¿Que no me crees? ¡Prepárate, porque te lo voy a demostrar!
Lo que te ofrezco en este post:
- Mi selección personal de las playas y calas más secretas de Ibiza.
- Consejos y recomendaciones sobre los lugares de interés más cercanos.
- Acceso a las fichas de cada playa con toda la información al detalle y su ubicación exacta en el mapa.
Prepárate, porque esta es mi selección más personal, los lugares que más gratamente me han sorprendido, y no solo por su relativa soledad, sino también por su singularidad y belleza. Ya te aviso por adelantado que casi todas son calas minúsculas con tan solo unos palmos de arena, pero son los lugares que más me han emocionado y donde más disfruté del verano “mediterráneamente”. Son playas muy íntimas y personales que pocos conocemos, así que cuídalas y respétalas para que sigan siendo solo tuyas y mías. ¡Salud!
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1. Playas de las Pedreras. Ses Salines
Menuda sorpresa me llevé cuando descubrí estas playitas... La mayoría de la gente se queda en la primera playa, la famosísima y abarrotada playa de Ses Salines, pero si sigues caminando hacia la punta de sa Torre de ses Portes encontrarás estos pequeños pedacitos de cielo que emergen entre las canteras de piedras marés. Estas playitas de arena blanca y fina existen gracias a la mano del hombre, que fue quien fue labrando la roca para extraer los sillares de las murallas, las torres y las casas que se fueron levantando por la isla desde hace siglos. La piedra marés no es ni más ni menos que antiguas dunas del pleistoceno litificadas, hechas roca. Pero una roca muy fácil de trabajar. Se venía navegando hasta estas puntas rocosas y se procedía a la extracción de las rocas siempre cerca del mar, para facilitar el transporte. Empieza caminando desde la playa de Ses Salines y ve recorriendo la costa hacia la punta de Ses Portes. Ya verás como las vas descubriendo una a una.
Esta es una de las playitas que surgen a lo largo de la punta de Ses Portes. Esta vez la mano del hombre sí que ha servido para mejorar lo que ya era bello de por sí. © El Playólogo/Maremecum.
2. Playitas de cala Tarida
Deseaba regalarte una playa secreta, un pedazo de cielo cercano donde pudieses caminar mar adentro sin que apenas te cubriese, y que flotaras sobre polvo dorado, arropado por aguas tan cálidas como las de una infusión de turquesas. Quería que pusiéramos a prueba nuestra valentía saltando al agua desde el islote de la zapatilla (Sa Sabata), y que gritásemos emocionados con
la ilusión de un niño, antes de que los peces te saludasen nadando a tu alrededor. Quería que bucearas conmigo, junto al islote, para demostrarte que se puede pasar a través del arco de roca, ese que esconde en el extremo E, y que a veces, como todo en la vida, solo es cuestión de darse un empujón y creer que puedes hacerlo. Y todo lo pensé para hacerte ver que se vive más y mejor cuando vives cada momento como si fuera el último. Así es como se alarga la vida. Y que la calidad de vida no se mide en cifras, sino en recuerdos. Quien sabe... igual aquí logras unas cuantas postales más para tu álbum de recuerdos.
Al norte de Cala Tarida emergen tres calitas de arena de las que pocos saben. © El Playólogo/Maremecum.
3. S’olleta de sa Conillera
Lo siento amigo, pero aquí solo se puede llegar navegando. Alquila un kayak y vente a explorarlo, que merece la pena. Es uno de los lugares más singulares a este lado de Ibiza. Pero está en otra isla, en la de Conejera. Entre la Punta des Pou y la de Es Grum de sa Sal la costa sorprende con una extraña rareza natural que bien pudiera declararse Paisaje Pintoresco. La forma de esta marmita mineral ha permitido que se formara una playa salvaje, un portitxol (puertecito) para piratas. El refugio perfecto para desembarcar con un pequeño bote, bien con intenciones poco honestas o por pura necesidad. Sa Conillera fue una isla de contrabandistas, claro está, además del refugio de piratas y corsarios; aunque, hace unos años, cuando estaba permitido desembarcar, también lo fue de algunos neohippies. Esta era la vista que veían –ellos y yo mismo– desde la cueva donde me refugié cuando los vientos de ponent me sorprendieron dando la vuelta a Ibiza en kayak. Como pude constatar, no solo fue mi refugio durante una noche en la que fui comido por los mosquitos e importunado por las ratas, también lo debió de haber sido de algún fumado robinsón... En la isla donde se dice que nació Annibal, el general cartaginés, y donde tantos navegantes se refugiaron de los temporales, se han cometido muchas tropelías. Tantas que sus vecinas de toda la vida (aves rapaces y gaviotas esquivas en su mayoría) tuvieron que mudarse. Por eso se declaró Reserva Natural, para impedir que la muchedumbre la dañara. Si vas a venir que sea en silencio y con respeto.
Vista desde la cueva de s'Olleta. © El Playólogo/Maremecum.
4. Playa de s’Illot de s’Or
Está donde Cristo perdió la zapatilla, donde nadie sabe que existe, pero cuando llegues y la descubras... cuando te veas ahí solo, con toda esas aguas cristalinas, ya me dirás si tenía yo razón. ¡Bienvenido a uno de los secretos mejor guardados de Ibiza! Aunque en la imagen no se aprecie, la playita que hay justo al frente del islote del oro es, cómo no, un auténtico tesoro. Arena fina, aguas cristalinas, fondos luminosos e infinitos... Y la soledad austera, la belleza pura; el goce de lo natural, de lo virgen y de lo auténticamente isleño. Aquí está todo lo que buscamos los correcaminos, los senderistas y amantes de la naturaleza para los que sudar y tener que saltar o trepar no es problema con tal de gozar de espacios como este. Y poco antes de llegar, en la punta de Ses Eres Roges, tendrás algo más por explorar: una pequeña cueva muy particular, la puerta de entrada secreta de una de las mansiones más exclusivas de la isla. Sus propietarios llegan, amarran la barca y entran bajo tierra, como si fuera la puerta de su garaje (o la de la cueva de Alí Babá). Acércate al acantilado, al NW de la punta, teniendo a tus pies una pequeña península rocosa que aflora a ras de mar... Pues bien, en ese preciso momento estarás sobre una visera de roca, sobre un voladizo bajo el que está la entrada de la cueva secreta que, por cierto, solo se ve desde el mar.
A que a ti también te apetece acercarte nadando hasta la islita que le da nombre... Es el islote del oro. © El Playólogo/Maremecum.
5. Playas del Pou des Lleó
Si sueñas con una cala tranquila y auténtica donde tomar el sol sin demasiados turistas, pero a la vez no te importa que esté alfombrado de posidonia, estoy seguro que gozarás en el “pozo del león”. Además, también podrás saborear una paella bien cocinada. Esta singular porción de litoral –de acantilados teñidos de rojo, entrañables casetas varadero y peñascos que brotan de la mar como si fueran setas– es una de las más bonitas y auténticas de Ibiza. Merece la pena venir a verla, aunque solo sea por pasear al borde de la costa escudriñando cada rincón, cada pequeña porción de paraíso convertido en la república independiente de parejas de adoradores del sol, la mayoría isleños. La silueta de la isla de Tagomago se siente cada vez más cercana, y todo luce muy auténtico, apenas transformado. Las chicharras son, a menudo, las únicas voces que rompen el silencio, y la arquitectura dominante los curiosos chamizos de los pescadores. Lo admito: me encanta pasar aquí la mañana y rematar el día de playa sentado a la mesa de sus restaurantes, como cualquier ibicenco, a punto de degustar uno de sus famosos arroces y bullit de peix. ¡Bon profit!
Además de venir para desconectar aquí se viene para bucear. Y para degustar. Arroces y frutos de la mar. Hay dos buenos restaurantes. Para que puedas escoger. Y decenas de acuarios submarinos donde zambullirse. © El Playólogo/Maremecum.
6. Playa de Cala Roja I
Te parecerá un milagro, pero es cierto: a 5 km de Dalt Vila hay una preciosa cala virgen que casi nadie conoce. Es un secreto. ¡Es la gran desconocida! Una playa perfecta para pasar el día solos –tú y tu pareja– que no encontrarás en ningún otro sitio. Esta es una de esas playas "descatalogadas", incluso entre los propios isleños. ¡Así que aprovecha y ven a verla! Ya lo verás, es una declaración de amor en toda regla... Fíjate en la foto: ¿ves un corazón blanco dibujado en mitad de la playa? Alguien enamorado de la vida –alguien como tú y como yo– quiso mostrarle sus sentimientos a este paraje dibujando con piedrecillas blancas la forma de un corazón sobre el lecho de posidonia oceánica, esas “algas” que a veces resultan molestas pero que en otras ocasiones, como en esta, sirven de colcha mullida sobre la que extender la toalla. ¿Sabías que a esta planta submarina la llamaban alga de vidrieros? Antes de existir el porexpan los objetos delicados se protegían con esas hojas secas y acintadas. También se usa como cama para el sufrido ganado insular (se han demostrado propiedades beneficiosas para las ubres de las vacas), como techumbre en las casetas varadero de los pescadores, como abono, etc.
Cala Roja, una de las calas más desconocidas de Ibiza. © El Playólogo/Maremecum.