
Que Menorca tiene playas y porciones de litoral excepcionalmente hermosos lo sabemos todos, pero lo que igual no sabes es que cuenta con lugares muy curiosos, rincones “de autor” que querrás conocer (y que pocos conocen). Después de haber recorrido decenas de veces todo el litoral por tierra, mar y aire, y de fotografiar todas sus playas y calas, estos son alguno de los lugares que más me han sorprendido. ¡Prepárate porque hay de todo!
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Desde playas misteriosas que van y vienen con las corrientes a garajes escondidos dentro de acantilados para las barcas de los contrabandistas, desde playas de arena blanca y fina que se forman dentro de una cueva a calitas solitarias y salvajes que son como un museo geológico al aire libre. Menorca esconde secretos que solo conocen los auténticos playólogos. ¿Tú también quieres ser playólogo?
Playas de Atalis y el extenso arenal de Son Bou. © El Playólogo/Maremecum.
1) La playa de la cueva misteriosa: cala Parejals.
Cala Parejals esconde un secreto que muy pocos conocen... Se trata de una playa en una cueva que se va y viene como por arte de magia. La gente pasa de largo y no la ve porque no mira, y si no miras, no la ves. La culpa la tienen todas esas turquesas en el mar... que te despistan la mirada y el sentido, y esa curiosa caseta de pescadores, encalada y con aspecto de ermita, hacia la que corren todos los excursionistas porque también esconde otra cueva, mucho más vistosa, llamada Cova des Pardals.
Parejals y Pardals no son lo mismo. Aunque lo parezca. La primera es mi perla secreta y querida, una playita de arena blanca y fina que penetra bajo tierra reflejando los destellos del color del agua en las paredes de la gruta. Es una playa esquiva y caprichosa que a veces está y otras permanece ausente, dormida bajo esas aguas de colores imposibles que dan vida a la piscina natural más bella del mundo.
Cala Parejals. © El Playólogo/Maremecum.
La segunda es otra cueva bien distinta. Cala Pardals es la que está bajo la caseta. Se baja por unas escaleras tenebrosas hasta llegar al “garaje de James Bond”, donde un vecino guardaba su barca, que permanecía suspendida del agua mediante poleas y cabestrantes. Dicen que no solo pescaba peces... Y que aquí tenía su guarida. Es el misterio de Pardals.
Sigue leyendo y te lo cuento...
Cala Parejals, donde se esconde la playa bajo tierra que abre el reportaje. © El Playólogo/Maremecum.
2) El garaje de los contrabandistas: el misterio de Pardals.
Pocos lugares hay en Menorca tan singulares como este, pero mentiría si os digo que esto es una playa, porque arena no tiene absolutamente nada. Pero eso sí, el ingenio humano derrochado no tiene límites: baja por las escaleras y fíjate en las roldanas de la cueva, las que usaron para izar la barca y mantenerla a salvo del oleaje. Tuvieron que trabajar duro para picar la roca y hacer esas escaleras. Y también para agrandar el hueco para que cupiera un llaüt de 6 o 7 m de eslora. Dicen que se usó para desembarcar contrabando a principios del siglo pasado (café, tabaco, jabón, electrodomésticos, etc.) y que en la caseta que hay justo arriba se juntaban con los guardas compinchados para darse un homenaje… ya me entiendes. ¡Llévate las gafas de bucear y disfruta del chapuzón, porque el rincón es una gozada!
Cueva de cala Pardals. © El Playólogo/Maremecum
3) Las playas de la isla de las palomas: Arenal d’en Moro y des Tamarells.
Esta es una de las dos playas de arena de la Illa d’en Colom. La llaman Arenal d’en Moro. La muy pícara muestra sus encantos a sabiendas de que solo unos pocos la podrán poseer... Pero ya te digo yo como hacerla tuya: alquila un kayak en Es Grau y palea... ¡que lo vale! Solo son 1.000 m de recorrido (unos 15 minutos) que podrás hacer con frescura aunque hayas perdido la forma. Ya verás cuando estés sobre las aguas diáfanas del Pas, tal te parecerá estar levitando sobre polvo dorado y turquesa líquida. Y cuando llegues y desembarques cual descubridor colombino tendrás ante ti su arena blanca y pura, su carita virginal y cuantos tesoros oculta tras sus centenarios tamarindos. Solo la custodian las gaviotas, los cuervos marinos y la sargantana balear, la lagartija endémica de las islas de las que ya quedan pocas. Menos queda aún de aquellos erizos y conejos que tanto gustaba cazar. De las vacas lecheras, las cabras y las ovejas tampoco queda nada. No así de los abrevaderos y el pozo con el que regaban los huertos y los campos de cultivo donde crecieron los cereales. Pero este pedacito de tierra emergida dio también otros frutos: de sus entrañas se extrajo hierro, cinc, blenda... pero fue una empresa que no cuajó. Hoy día sigue siendo una isla de propiedad privada (que estuvo hasta hace muy poco en venta, por cierto) declarada Reserva Natural, con una casita de veraneo que disfrutaban los Roca. De no tener permiso no es legal visitarla, pero no así las playas (tanto esta como las otras).
Playas del Arenal d'en Moro y des Tamarells, Illa d'en Colom. © El Playólogo/Maremecum.
4) Canal Mitger. Por siempre geología pura.
He aquí otro de mis pequeños tesoros, una calita salida de la nada para serlo todo. Todo lo que uno pueda soñar si lo que busca es la paz y el sosiego más íntimos. Un solitario rincón ajeno a las rutas turísticas que a muchos de nosotros nos hará rozar el cielo con la punta de los dedos. Un auténtico museo geológico al aire libre. Y si no fíjate en esos plegamientos caprichosos que cierran la calita... Son pelitas y areniscas del carbonífero que ahora, después de millones de años, se dejan ver en esta cala tan esquiva. ¡Es un rincón maravilloso para escapar del mundo! Ven a verla y disfruta de la excursión. ¡Y llévate la cámara! Pero antes ve pasando de cala en cala por las playitas de Binimel·là, que son cinco, y una lleva el nombre de su descubridor [...] Son unas calitas súper curiosas (y tranquilas) que bordan de encaje la costa este de la famosa playa de Binimel·là. Hay una que se forma dentro de una cueva (entra a explorarla y verás). Y otra de arenas de colores... Escoge.
Playa del Canal Mitger. © El Playólogo/Maremecum.
5) Playas de Atalis: sueños sumergidos.
¡Estás a punto de entrar en el mundo de Atalis! La tierra de acantilados enanos y playas que no existen. Donde el fondo del océano es blanco, la mar una piedra preciosa y el aire parece que se escapa entre los dedos para confundirse con el agua. Son las playas de Atalis. Enigmáticas y caprichosas, porque lo mismo vienes y no están, o si están se esconden bajo montones de algas que salpican las rocas como chapapote. Fíjate en la imagen: es un instante que ya forma parte del pasado, pues estas playas van y vienen, a su antojo. Las he visto cambiar como adolescentes: de un día para el otro. Y no por las hormonas, sino por las corrientes. Se ocultan entre diminutos acantilados de pedra marès, que son las rocas que un día fueron dunas y hoy se dejan obrar para reflejar la cálida luz de las fachadas de los templos. ¿Te has fijado en esos cortes poligonales? Son viejas canteras.
Una de las calitas de Atalis convertida en piscina natural. © El Playólogo/Maremecum.
Camina por el mundo de Atalis (solo son mil pasos) y búscalas, porque a veces encontrarás cuatro calitas deliciosas esperando ser declaradas tu república independiente. Están entre esas rocas cortadas como el queso, en tacos, que son las canteras de las que salieron las piedras del rancho de Atalis. Y de camino, antes de llegar, párate a explorar esas trincheras abiertas al público. Entra ciego y mira. Siente. Imagina cómo sería la vida de los aquí agazapados. Vigilantes. Esperando un posible desembarco que nunca se llegó a producir. ¡Malditas guerras! Estas trincheras son de las pocas que aún quedan y que nos dejan visitar en el litoral español. Y aquí, en Menorca, todavía se puede. Empieza caminando por la orilla desde Son Bou a Sant Tomàs y darás con ella.
Trinchera de Sant Tomàs. © El Playólogo/Maremecum.